Y, si hace poco os enseñaba a mi abuelo Elías, hoy os traigo a mi abuela Pilar. Con este rollo del COVID, he pasado de verla casi todos los fines de semana, a verla 4 veces en un año. La echo mucho de menos.
De mi abuela os puedo contar, que es una mujer, superjóven, pese a su edad. Que nunca ha aparentado la edad que tiene. Que se cuida una barbaridad, siempre pendiente de usar cremas, ir a la peluquería, maquillarse.
Que no perdona, salvo pandemia, el ir a su pueblo en Semana Santa. Que no ha perdido el acento andaluz, que muchas veces hay que traducirle lo que quiere decir (aunque esto no tiene que ver con el acento), que hace unas croquetas de morirse y una tortilla de patatas exquisita. Y que, cuando se quedaba en casa cuidando de los perros mientras nosotros nos íbamos de viaje, siempre nos esperaba con un cocidito y una tortilla, para compensar las "cosas raras" que hubiésemos comido "por ahí".
Que hace poco (prepandemia) le salió un "pretendiente" que la perseguía en los paseos por su barrio. Pero ella no estaba interesada. Que se va a llevar un disgusto cuando vea que "su" olivo ha sufrido una poda tremenda después del paso de Filomena por Madrid. Que es fiel a su peluquera desde hace tropecientos años, aunque se mudara lejos y tenga que coger 3 autobuses para ir, pero es que "nadie le deja el pelo como ella". Y que la quiero mucho, aunque me diga que mis hijas tienen pelo de ratón, como su madre.
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